25 sept 2013

El Lorito Crispín...



El lorito Crispín...

Érase que se era un lorito de nombre Crispín. Era un pájaro excepcional puesto que tenía unas plumas que se asemejaban al raso verde, rojo, amarillo dándole un toque muy bonito. Los ojos preciosos de color negro. Un pico hermoso de color amarillo. Crispín era además un lorito muy listo, pero terco, insoportable, caprichoso y desobediente como algunos niños.
- ¡Quiero galletas, galletas!
Y había que darle galletas.
- ¡Sobaos! ¡Quiero sobaos!
Doña Catalina, su dueña, era ya muy mayor. No tenía hijos, estaba sola y claro adoraba a Crispín en demasía.
Le decía:

- Anda - ¡La patita!
Y Crispín todo cuentista, sacaba la patita entre los barrotes de su plateada jaula.
Con los demás tenía un genio endiablado, y era tan maleducado, que todos le huían .
- ¡Hola señor gordo! - Decía a un pobriño que frecuentaba la tienda de comestibles de Doña Catalina. Luego llegaba una señora que se estaba quedando calva y Crispín venga a insultarla.

La pobre Señora Catalina se sonrojaba toda ella de la vergüenza.

- Pero, Crispín, ¿Cómo eres tan malo?
- Porque sí. (Era insoportable)
- Mira, chatín, que no te voy a dar ninguna golosina.
- ¡Ja... ja... ja!! - Se retorcía, Crispín, columpiándose, en su jaula plateada.

Sucedió que solía ir a la tienda la niña Alejandrina, muy linda, pero también muy geniuda, terca y caprichosa...

Alejandrina odiaba a Crispín y el lorito a ella. Verla entrar en el ultramarinos y empezar a insultarla todo era uno: ¡Fea! ¡Fea! ¡Fea! Tres veces... ¡Fea!

Alejandrina... tenía muchas ganas de acercarse a la jaula plateada, pero su mamá de nombre Armonía, y doña Catalina lo impedían.

- ¡Que es muy malo! Con ése... pocas bromitas.

Una tarde, Alejandrina, aprovechó un descuido. Miró cara a cara a Crispín y le dijo:

- Anda, llámame ahora fea, horrible loro...
- ¡Fea, fea, fea y tres veces fea!...
-¡Yo fea! No tienes vista, Crispín. Has de saber que mi mamá dice que tengo unos ojos preciosos como dos soles y todo el mundo dice que soy guapísima.
Para que rabies: ¡Muy guapa!
- ¡Ja... ja... ja!
– Se rió el lorito.

- Alejandrina le contestaba... Claro y alto...
- Mira tú, que tienes cuatro plumas, y mal puestas, y un pico... que parece que vas a segar, y además eres muy sucio.
- ¡Ja... ja... ja!!...

Envaléntonada, Alejandrina ordenó con imperio.

- ¡La pata! Dame la pata, pero que ahora mismito.
- ¡Toma!
- Respondió Crispín... clavando su pico en el dedito tierno de Alejandrina, del que brotó sangre.

- ¡Ay... ay... ay!

- Te está bien empleado
– Dijo su mamá
– Para que escarmientes, y no seas tan desobediente, y traviesa.

Aquella noche Alejandrina no durmió. ¡Que rabia tan grande tenía al loro!
Quería vengarse de él. Sí, señor, vengarse... Tuvo reunión con sus amigas, y al fin encontró su triunfo. Le daría perejil. Todas creían que le iba a sentar mal a Crispín.

- Mamá. ¿Me das un poquito de perejil?
- ¿Para que quieres tú perejil?
- Es que estamos jugando a las comiditas. Dame mucho, mucho...

Despacio y sin ser vista, se acercó a la jaula...

-¡Fea! Gritó Crispín.

Alejandrina no contestó. No hizo más que dejar el ramito de perejil. Crispín se lo comió.
Alejandrina todo el día estuvo nerviosa. Un algo que todos llevamos dentro le decía:

- Has sido una niña mala. No debemos hacer daño a nadie. La venganza es una cosa muy fea.
Pensaba en Crispín y lo veía todo malito y casi ya muerto.

- ¡Ay, mamaita! Que he sido mala, muy mala; he dado perejil a Crispín.
- ¿Perejil al loro? ¡dios mío! Pues ya se habrá muerto.
Vamos a casa de Doña Catalina, veremos si hay remedio. Llegaron anochecido. Doña Catalina, tenía puesto su traje de noche, es decir; su pijama. Se acostaba como las gallinas muy pronto.

- ¡¡ Tan, tan, tan!!
- ¿Quién es?

– Dijo Doña Catalina. Abrió la puerta...
Y... Alejandrina cayó de rodillas.

- ¡Ay, señora! Qué pecado más gordo he cometido. He dado perejil a Crispín porque me hizo sangre con su picotazo...

Doña Catalina se asustó toda...

Entraron temblorosas. Allí estaría frío y rígido el lorito. Pero... sí... sí... Crispín tenía muy alegres sus ojillos, muy fuerte el pico, y cantaba muy alto. En cuanto vio a Alejandrina comenzó a decir:

- Dame perejil... Perejil... Pe... re... jil...


Todas rieron contentas y Crispín vivió muchos años.
Alejandrina nunca olvidó el picotazo en su dedito de aquel loro llamado Crispín, que cada día tenía las plumas más verdes. ¡Claro, por haber comido perejil! ¡Lo saben todos los loros!...


P.D. Este cuento fue realidad... todavía me duele el dedo...

24 sept 2013

La maestra...



(Dedicado a "DibujaréPalabras")


La maestra...

Armonía gritó brincando:

- ¡Niñas! ¡Buenas noticias! No hay clase. ¡Nos vamos de paseo!.

Y dando una vuelta sobre sus talones, dibujó la más graciosa pirueta que viera el universo. El enjambre de infantiles niñas coreó:

- ¡Bien de paseo!
- ¡Bien, bien , bien!

Tijeras, dedales, telas y carretes lucieron, en el aire, sus piruetas acrobáticas.

- Rocío coge tu dedal.
- Alejandrina no te olvides de la goma.
- Andrea no te vayas a dejar el lápiz.
- Armonía, siempre descontentadiza, escuchó, sin alterarse, tales demostraciones de júbilo. Bueno, niñas. No sé para que armáis tal guirigay. El paseo se reducirá a buscar una nueva colección de insectos. Hoy buscaremos, coleópteros, aclaró a las niñas e hierbajos para el herbolario. La algarabía tomaba desmedidas proporciones. Todas querían hablar y ninguna tenía la virtud de escuchar.

Con quién iremos y Guadalupe haciendo mofa... sosteniéndose en un solo pie, comenzó a recorrer las clases, cantando: “A la pata coja lo volvió a ganar...”. Eran muchas las niñas que la seguían en tan incómoda postura, cantando el burlón estribillo. María se indignó, roja su carita de la ira. Vaya, pues no sé el porqué os burláis así. Doña María Cruz es bien buena y bien guapa. Pero es coja contestó: Guadalupe. A lo que repusó María, -además hace unas labores, preciosísimas, que ya quisieras hacer tú-.

- Bueno, no te metas a redentora, dijo Guadalupe.
- Quiero y me da la gana. Contestó, María
- ¡Cursi!
- Gritó iracunda Guadalupe.
- ¡Meticona!
- ¡Holgazana!, respondió María.
- ¿Yo?
- Sí... Tú...
- Pues mira para que rabies.

Y volviéndose a poner en postura de cigüeña pensativa, cantó por segunda vez.

- A la pata coja, perdí mi caudal, a la pata coja, lo volví a ganar...

Aquella diablesa de malvados sentimientos, capitaneaba a muchos diablillos que aplaudían y coreaban sus fechorías.

Iban detrás cantando:

- A la pata coja...

Cuando abriéndose la puerta apareció doña María Cruz, a quien no escapó la burla de la que estaba siendo objeto. La misma burla de tantas y tantas veces.
Seria y altiva, sus ojos pasaron revista a las allí congregadas. Luego los detuvo un momento en Guadalupe. Pero ésta atrevida e insolente, recogió la mirada con gesto de desafío.

Era doña María Cruz, alta y de recia constitución. Su cuerpo, lleno de gracia, pregonaba salud. Sus ojos negros y grandes, soportaban dos arcos de cejas bien pobladas. Morena la tez. El pelo muy negro, liso y brillante, caía sobre su nuca, en gracioso rodete. Bellas y finas sus manos. Dulce y severa. Alegre y melancólica al mismo tiempo. Poseía el don de adaptarse a los papeles de juez y madre para con sus discípulas, a las que amaba tiernamente.


Exclamó:

- ¡De paseo! Y las chicas cruzaron, tumultuosas, la puerta de hierro.

Ante todas y como jefe de la banda marchaba Guadalupe, quien guiñaba sus ojos tan pronto a la izquierda como a la derecha, imitando los andares de la maestra.
Ya iban lejos y en pleno: las siluetas dibujaban en el suelo la grotesca burla.
María no se apartaba de doña María Cruz, arrancando a su paso matorrales y pedruscos que pudiesen entorpecer su paso y lastimarla. Con ellas iban otras niñas buenas, a las que la bondad y sabiduría de la maestra, estaban por ella cautivadas.
No corráis tanto... niñas, pero la voz de la maestra perdíase en el vacío. Las niñas iban de un lado para otro, y en vano doña María Cruz pretendió alcanzar a la alocada muchachería. Sus piernas querían ser ligeras, dibujar saltos, pero cada vez sentíase más pesada, hundiéndose su pobre cintura a cada paso, jadeante el cuerpo a los prestos movimientos.

El sol, siempre enamorado de la infancia, la contemplaba descaradamente. Era un sol fuerte y dorado, que envolvía las figuras adolescentes con esplendores de oro. El cielo de junio se pintaba de azul. Los pájaros cantaban una nueva sonata. Las zarzas, tan floridas estaban, que sus flores ocultaban las muchas espinas. Ladera abajo, los árboles mostraban su fecundidad. Cerezas, manzanas y peras, exibían sus cuerpos verdes, prometedores pronto de espléndida madurez.

El río más abajo aún, venía poco caudaloso, lamiendo huertos y vegas, y todo el paisaje cantaba la sinfonía del verano.

Y de repente doña María Cruz se dio cuenta de que el tren llegaba con paso de atrevida alfombra... sólo veía el tren, y allí junto a la vía, de espaldas al peligro, estaba Guadalupe, muy entretenida, agachado su cuerpo, buscando algo. Las niñas no se percataron, que se acercaba el filo de la muerte. Sólo vieron a doña María Cruz desprendiéndose de ellas y correr, correr, correr... como no pudieron jamás haber creído. Subía la loma sostenida en una pierna, ágil como un cervatillo. Saltó la distancia en breves segundos, respirando dificultosamente, jadeante... Al fin pudo coger el vestido de Guadalupe y arrastrarla consigo. Ambas rodaron ladera abajo. El pitido del tren estremeció la angustia de los corazones. Las niñas seguían aterradas, pues habían visto la muerte cernirse sobre sus cabezas... el peligro pasó.
Hubo unos instantes de silenciosa emoción. Guadalupe sentíase avergonzada.

Rompió el silencio la voz dulce de la maestra: Un momento más y te quedas coja, como yo.
Sentadas en la hierba formaban un corro encantador, agrupándose más y más cerca de aquella mujer que, en esos momentos, se les aparecía como una heroína. Todas las niñas sintieron despertaba su piedad. ¡Pobre doña María Cruz!. Pero la maestra, sonriendo, dijo:

Escuchad... Voy a contaros una historia, que hasta hoy nunca os conté…


Yo era una muchachita de diecisiete años. Decían que era guapa, y creo sinceramente que tenían razón. Fuerte y robusta. Cantarina y bulliciosa. Así era yo.
No conocí a mi padre. Mi madre deliraba por mis hermanos y por mí. Mis hermanos: Jesús y Juan, colmaban todos mis caprichos. Jesús fue pintor. Juan ingeniero. Yo había terminado mi bachillerato brillantemente, pues he de deciros que me encantaba el estudio.

Aquel día se celebró, en mi casa, con grandeza...

Por la tarde me llamó mi madre a su gabinete. Un estudio sencillo, mi madre odiaba el lujo y la ostentación, en cambio, cómo adoraba las flores, había buena cantidad de margaritas, amapolas, violetas, un árbol cuajado de camelias, rosas y clavelinas criados en nuestro huerto.

Doña María Cruz, siguió diciendo. Me senté en una butaquita a sus pies, y noté algo extraño en su voz... cual si estuviese velada por la inquietud y emoción, cosa rara en ella, siempre tan serena y tranquila, grave, pero jamás agria. Hija mía dijo has terminado, tu bachillerato y C.O.U con brillantez. Eres la primera en la academia. Estoy muy orgullosa de ti. Se detuvo... Y yo me preguntaba qué irá a decirme. Y... siguió diciendo: eso no es más que el primer peldaño de una escalera a subir. Tus hermanos han acabado sus carreras, y deseo que tú también curses la que desees. Eres rica, más de lo que supones, pues la herencia de vuestro padre, gracias a mis desvelos y economías la he duplicado. ¡Eres rica!. ¿Y qué?. La vida nos ha enseñado, con sus luchas y guerras, que la fortuna es como un tobogán y tan pronto lo vemos subir como bajar. El dinero se escurre de nuestras manos. Lo único seguro es "el saber" que llevamos con nosotros. Por lon tanto, quiero verte en condiciones, de ser autónoma y libre ante la vida. Y he pensado en tres carreras, muy apropiadas para ti... me dio tres carreras a elegir. Piénsalo bien y dime tu decisión.

Por la noche no podía dormirme, no me gustaban esas carreras, puesto que desde siempre quise ser maestra. A la mañana siguiente así se lo hice saber a mi madre. Entonces puso el grito en el cielo... diciendo cosas cómo... estás loca, ¿tú sabes lo que es el sacrificio del magisterio?. Lucha, renunciamientos. Y... sin pensarlo dos veces le respondí: ¡Es tan hermosa la infancia!. Mi madre continuó diciendo: La fruta de la ingratitud es una fruta muy frecuente en el árbol humano. Pero no hay nada más ingrato que la enseñanza. Tu trabajo estará lleno de espinas. En ese momento la interrumpí, y le dije razonando con vehemencia, ¿no vale nada, no vale nada alumbrar el alma, la inteligencia, moldear los corazones y formar personitas, que en un futuro sean personas que son para la humanidad y por la humanidad?. Seré maestra. ¡Amo a los niños!. Mi madre accedió a mis deseos. Fui maestra. A los veintidós años me seguía un grupo de pequeñajas. ¡Qué feliz era!. Nada me faltaba: Salud, bienes económicos y sobre todo, había realizado mi ideal. Me debía a la infancia. Me llegué a creer madre de aquellas niñas, cuando un día...
Precisamente fue en un junio como éste. Salimos de paseo. Mis piernas jóvenes y mi jóven corazón me volvían alegre en extremo. Corrimos, cogimos ramos de margaritas, amapolas y violetas, formamos diademas de florecillas silvestres.

También el río lamía la vega, los huertos, y la loma salpicada de fresca hierba se adornaba con soñadoras margaritas.

De pronto, un silbido retembló en mis oídos. Alcé la cabeza y le vi venir... Con su boca llena de humo y sus ruedas roncas de tanto caminar.

- ¡El tren venía el tren!

Y... allí pegadita a la vía, jugando con las piedras, estaba Xana. Doliéndome el corazón de tanta fuerza como repicaba, corrí, corrí, corrí, trémula, ciega de dolor, loca de emoción.

-Xana- llame en son de aviso. Trepé, me harañé por la loma como una cabrita. Pisoteé furiosa la hierba, me mordía los labios, sentí fuego en mi sangre. Ya llegaba... en un esfuerzo sublime, cogí a la niña con mis manos tirando de ella con todas mis fuerzas. Rodamos por la tierra... El tren ya estaba lejos. La niña fue salvada, pero mi pierna derecha quedó rota. Ya no quiero seguir contando... no quiero seguir recordando aquellos momentos. Así que ya sabéis porque soy coja.

Las últimas palabras de doña María Cruz fueron dichas en voz muy baja, con serenidad, sin titubeos, sin percibir en ellas la emoción. Se diría que su historia, era una historia no perteneciente a ella. Sus negros ojos miraban en silencio emotivo a lo lejos, como cautivados, por la belleza del paisaje. Las niñas escucharon el relato sin parpadear con un silencio cautivo. Al final un susurro impreciso, como un rebullir de percalillos, el azotar la brisa los grandes lazos blancos que se cernían, en las cabezas de cada una de las niñas.

Poco a poco fueron apiñándose tanto, que la maestra semejaba la pulpa de aquel delicioso fruto humano. De pronto, estalló un sollozo... Era Guadalupe, la que abriéndose paso entre todas, cayó a los pies de doña María Cruz y cubriendo de besos sus manos, repetía:

- ¡Qué buena es usted, doña María Cruz! ¡Qué buena! Perdóneme usted.

Entonces, sí... Entonces asomó una lágrima a los ojos de la maestra.

22 sept 2013

Sentires...



Sentimientos que vais conmigo
A donde quiera que vaya.

De la mano no puedo soltaros.
Porque sino, no sería nada.

Me mojaré en vosotros,
Y así me encontrare arropada.

Seréis luz de vida, cómo fuente,
en mi fontana.

La vida es dulce con vos,
Cómo caballero en danza...

20 sept 2013

El enfado...





El Enfado... (Entrada escrita hace tiempo)

Hoy voy hablar del enfado, rabia, como queramos llamarlo, por algo que me aconteció en su día. Ahora ya estoy muy bien de salud, relajada, tranquila y he pensado, reflexionado sobre ello, porque no es frecuente en mí conducirme de esta manera.

Creo que todo el mundo tiene que vérselas con la rabia alguna que otra vez en su vida. La rabia, el enojo, es una emoción sincera. Cuando no se expresa, se va acumulando en el cuerpo, y normalmente se manifiesta en forma de mal estar, de alguna manera incluso... podemos llegar a somatizar todo aquello que nos ocurre, y ello sale a la luz, reflejado en nuestro organismo.

Como siempre estoy escribiendo desde mi perspectiva, mi punto de vista, sin sentar cátedra, ni nada por el estilo, simplemente es un razonamiento a mis pensamientos, que fluyen continuamente. Por lo tanto escribo de manera subjetiva, porque siempre he pensado que ser objetivos es arduo complicado.

Después de este pequeñito inciso, continúo... Para mí... siempre lo mejor es poder hablar sinceramente con la persona con quien estoy enfadada, y así liberar las emociones contenidas, pero antes de ello, lo mejor es ir preparada, porque si llevo mucho enfado, en lugar de arreglar las cosas, las puedo poner al límite, y eso no es precisamente lo idóneo. Hay que ir con muy buena predisposición, claro, siempre y cuando, con aquella o aquellas personas, que nos hemos enfadado merezcan la pena, si son del tipo de personas, que nos hacen daño, tienen envidia, celos o amén de otras causas, lo mejor es ignorar, pasar página y punto final.

Quizás, os parezca una tontería, pero cuando alguna vez alguien, que me merecía la pena me ha hecho daño, he chillado, gritado, llorado, he dado con los cojines contra el sofá, y así, esa rabia, enfado, enojo, se iban diluyendo. No siento ninguna vergüenza en confesarlo, porque mis sentimientos son pensamientos en acción. Tienen una utilidad, y cuando los dejo salir libremente de mi mente, y de mi cuerpo, dejo espacio para otras experiencias más positivas. Y así, después de hacer todo esto, que os puede parecer una tontada, me quedo toda relajada, y dispuesta a perdonar a la persona que provoco mi enfado. El perdón es un acto de libertad para mí misma, porque soy yo, quien me beneficio con él. Esto me lleva a pensar en la diferencia entre liberar y revivir viejas rabias, enojos, enfados o como queramos llamarlo. Ya es pasado, no revivas, hecha todo eso al saco del olvido.

A veces, ante injusticias, no debemos permanecer impasibles, y por supuesto toda injusticia produce enojo, pero un enfado habitual no es bueno, debemos de huir del como de la peste. Muchas personas ya salen enfadadas de casa, y claro el enojo produce más enojo, en otros, es un efecto boomerang, de alguna manera rebota contra uno. Por eso tengo la sana costumbre, cuando salgo de casa, al mismo tiempo que cierro la puerta, en algún lugar dejo, el enojo, la tristeza, y salgo a la calle con la mejor predisposición, la verdad no me cuesta mucho, es cierto que tengo un carácter fuerte, pero a la par me considero una persona bastante afable, no es presunción, es realidad, y además lo puedo constatar, porque mis amistades y conocidos, así me lo dicen. Creo que nadie escapa a la experiencia de la rabia, enojo, enfado, ira. El secreto está en identificar e intentar llevar esa energía en una dirección más sana, de lo contrario, nos veríamos ante el resentimiento, que es la rabia contenida durante mucho tiempo, por ello es bueno, reflexionar, interiorizar, para así poder canalizar, nuestros emociones. Cuando me aconteció aquel enfado, lo que me ocurrió, entonces, fue un cúmulo de acontecimientos, porque ya digo que mi carácter aunque fuerte lo sé dominar, desde hace mucho tiempo, debido quizás a que siempre he pensado mucho, reflexionado e interiorizado, me ocurre desde bien niña, creo recordar que como a los seis años, ya me hacía muchas preguntas. Por supuesto preguntaba a mis mayores, pero no siempre por no decir casi ninguna me satisfacía aquello que me decían, y entonces me dedicaba a estar en mi mundo, como suelo llamarlo hoy en día.

Ya finalizo diciendo que todo eso hay que apartarlo del camino, no conduce a nada, sólo hacernos daño a nosotros mismos.

18 sept 2013

No hay mal que por bien no venga...





No hay mal que por bien no venga...


El refranero suele ser muy certero, pero sin embargo, nunca pude aceptar este refrán: "No hay mal que por bien no venga..." Explicaré porque pienso así, además lo hablaba con un amigo, más que hablarlo nos lo escribíamos y, me preguntó al respecto. ¿Qué piensas me dijo? Entre unas cosas y, otras, lo mezclamos con la inclinación que siempre tuve, no pudiendo ser, por la docencia, de hecho a la edad de 49 años estudié primero de magisterio, él es licenciado en Filosofía y Letras. De ahí que nos sintiéramos tan cómodos hablando sobre cómo se imparte hoy en día la educación.

Primero empezaré diciendo con un ejemplo, porque para mí no es válido dicho refrán y lo haré a través de un hecho real.

Quería hacer una reflexión sobre el refrán que dice: "No hay mal que por bien no venga"; hace unos días lo empleaba yo con la hija de mi vecina, puesto que tiene tan solamente dieciocho años, es madre soltera por un desliz que tuvo, el padre de la criatura no ha querido saber nada, la muchachina lo está pasando muy mal, pero al mismo tiempo ha logrado ser muy responsable antes era, lo digo sin tono peyorativo, ligera de cascos, ahora al tener a su hijo, ha tenido la valentía de tenerlo... se ha vuelto muy responsable, buena madre, ha retomado sus estudios. Por eso le dije lo del refrán. Pero en mi interior sabía que era una manera de contentarla, puesto que en lo más profundo de mí... nunca he estado de acuerdo con ese refrán... ya que suena como a consuelo de bobos y no lo digo en mal tono.

Siempre he sido una persona muy luchadora y he hecho todo lo posible para conseguir aquello que he querido. Unas veces lo he conseguido, otras la vida no me ha dejado y ha dado al traste con mis propósitos, pero es algo con lo que siempre debemos de contar, la realidad a veces de una manera cruel se impone... si hemos luchado en lugar de permanecer impasibles, eso es lo que realmente cuenta, no somos dioses y no todo lo podemos conseguir. A veces priman más otras cosas, hemos de dejar a un lado nuestras ambiciones, por ello no tengo, porque estar resentida, me duele no haber podido alcanzar aquello que he ansiado de una u otra manera. Las circunstancias a veces, no nos dejan llevar a cabo aquello que desearíamos... No tengo a lo mejor aquello que tanto anhelaba, pero quizás obtuve otras compensaciones. Esto ya pertenece a mi intimidad...

Me hubiese gustado dedicarme a la enseñanza, no pudo ser... me tuve que poner a trabajar a los diecinueve años. Siempre me gustó la docencia, puesto que desde muy niña me gustaba explicar a mis compañeras, tenía mucha paciencia, luego lo pude practicar con mis hijos, es más, desde los once años hasta los trece que estuve de forma continúa en Santa Isabel, iba a una academia privada donde iban niños, desde párvulos hasta los once años, yo era la mayor, la profesora siempre estaba enferma... por lo que yo daba clases a treinta niños, lo sabían todos los padres, la última en enterarse fue mi madre, lo contenta que yo estaba a final de curso ya que todos los niños tenían que ir a un lugar oficial para hacer los exámenes y aprobaron todos, inclusive mi hermana que era muy mala estudiando... pero yo suspendí, porque la profesora no pudo enseñarme por su enfermedad. Mi vocación estaba en la enseñanza, eso me apena, pero así es la vida... Intenté convencer a mis padres pero no pudo ser, me costó lágrimas. Y todavía lo llevo grabado. Creo que hubiese sido una buena maestra, además me gustan mucho los niños. Por eso, cuando estuve interna seis años siempre explicaba, a las de mi curso y a otros cursos, es algo que me encanta hacer y cuando conseguía ser entendida, ver que gracias a mí... mis alumnas (de alguna manera eran mías) aprobaban que feliz me sentía. En los veranos de algunos cursos, más bien los últimos, las religiosas me llamaban para dar clases en aldeas muy alejadas, es decir aldeas de alguna manera un tanto remotas... allá en La Coruña. - Aquí le escribía a mi amigo - "Por eso cuando supe que tú eras licenciado en Filosofía y Letras no entendía como no habías seguido por ahí... pero luego me explicaste del reparo que te daba enseñar en los colegios".

Aquí os dejo su sentir sobre la educación de hoy en día:

"Puedes estar muy tranquila, tus reflexiones sobre el refrán fueron lúcidas y acertadas. Tú misma lo puedes comprobar en este reenvío". Comparto todo lo que dices sobre la enseñanza. Hubo un tiempo en que fue mi gran vocación y mi objetivo en la vida. Empecé a dar clases particulares muy prontito, desde los catorce años y me encantaba hacerlo. Supe ya entonces que era eso lo que me gustaba. Y la verdad es que he estado dando clases hasta hace relativamente poco. Eso sí, en alguna academia y sobre todo a nivel particular. Porque, Maite, lo que realmente me llenaba eran las clases particulares. Era como retomar la antigua enseñanza clásica, aquella que se establecía entre maestros y discípulos. Aquella en que se compartía mucho más que el contenido de un saber, se compartían sentimientos, actitudes, inclinaciones, anhelos, ilusiones, esperanzas, inconvenientes, y tantas y tantas cosas que llenaban tanto el espíritu del conductor como de los conducidos. Lamentablemente, eso no es así en la actualidad. No existe esa comunicación profesor-alumnos en las aulas. Se trata de adquirir notas, títulos, etc. No es el tipo de enseñanza que a mí particularmente me interesaría. Por otro lado, resulta evidende la pretensión de los actuales y diferentes gobiernos de encauzar la enseñanza hacia la tecnología, hacia la tan manida competitividad, a crear personas que no piensen demasiado en otras cosas que no sea lo material y que discutan lo menos posible sus reglas impuestas a golpe de legislación. No, Maite, no me gusta demasiado la enseñanza de hoy. Claro que hay excepciones. Como en casi todo. Pero que no pretendan venderme que hoy la enseñanza ha mejorado sustancialmente tan sólo porque se ha suprimido el rigor muchas veces exagerado de los profesores. Muchas fichas, mucha enseñanza curricular, mucho cuadro psicotécnico, evaluaciones, diagnósticos... pero de formación ética y espiritual... qué poquito...".

Aquí os dejo el sentir de ambos al respecto. Es nuestra opinión, podemos estar equivocados, pero no por ello dejo de expresarlo.

13 sept 2013

Honestidad...




Honestidad...
Como algunas veces... doy un enunciado, un concepto, un vocablo, una idea, un pensamiento. Y desde ahí... siempre partiendo desde mi punto de vista que no tiene porque ser el acertado. Reflexiono, pienso, interiorizo, discurro y dejo que las letras se vayan juntando unas con otras para decir un algo. Éste puede no estar en la línea correcta... ya que es mi percepción y no tiene porque ser aceptado por los demás, porque como he venido diciendo con anterioridad; ni adoctrino, ni siento cátedra. Simplemente... es como veo que van pasando por mi lado las cosas, en definitiva nuestro devenir en la vida... desde ese mi mundo un tanto sui géneris...

Hoy al hablar de honestidad no me estoy refiriendo a la honestidad y honradez que son palabras que utilizamos, no siempre con pleno conocimiento de lo que verdaderamente significan. Ser honrado para mí... no tiene nada que ver con la moralidad o con ser bueno o como queramos llamarlo, también tiene poco que ver... por poner un ejemplo: que me pillen robando en una tienda. No, no, no, no me refiero a eso.

La honradez... para mí es un acto de amor hacia nosotros mismos. El principal valor de esa honestidad está... en que cualquier cosa que demos en la vida la recibiremos de vuelta. Es decir; La Ley de causa y efecto... siempre opera a todos los niveles. Si menospreciamos o juzgamos, a otras personas, también nosotros seremos juzgados. Si siempre estamos enfadados, entonces encontraremos enfado dondequiera que vayamos. Por eso juega un papel tan importante el amor. Éste bien empleado puede abrirnos muchas puertas y creo que debemos empezar a amarnos a nosotros mismos, no, no, no es egolatría... es una realidad. Porque el amor que nos tenemos a nosotros mismos nos mantiene en armonía, paz, sosiego, con el amor en el devenir...

Muchas veces asumir la responsabilidad de mis propias experiencias no es un pensamiento que estoy dispuesta a aceptar siempre, tal vez, sólo algunas veces. Es mucho más fácil echar la culpa a algo que está fuera de mí, pero comprendo que no puede haber crecimiento espiritual mientras no reconozca que fuera de mí hay poca cosa de valor, que todo viene de dentro y hay que hacer un esfuerzo para mirar desde dentro hacia dentro. Si recuerdo una ocasión en que cogí algo y luego pienso en lo que acabo de perder, la relación entre las dos experiencias puede servir para abrirme los ojos. Las pérdidas casi siempre nos dañan en un aspecto importante de nuestra vida. Por poner un ejemplo: Si robamos algo en nuestro trabajo podríamos perder nuestro puesto en el mismo o bien si robamos en hoteles, restaurantes, grandes almacenes, etcétera, justificándose con el hecho de que estas empresas pueden permitirse el lujo de ser robadas. Este tipo de justificación no funciona; la ley de causa y efecto continúa operando para cada uno de nosotros. Por lo tanto me lo aplico a mí misma. Si robo algo, pierdo algo. Si doy, recibo. No puede ser de otra forma. Así lo veo desde este mi mundo y mi reflexión...

Si en mi vida hay muchas pérdidas o muchas cosas que van mal, podría examinar de qué forma he robado. Algunas personas que jamás soñarían siquiera con robar cosas, se sienten con todo el derecho del mundo de robar tiempo o autoestima a otras... Cada vez que hacemos sentir culpable a alguien le estamos robando su sentido de valía personal. Por ello he llegado a la conclusión partiendo de alguna manera de unas premisas... que para ser verdaderamente honrados en todos los aspectos, necesitamos examinarnos profundamente con el fin de llegar a conocernos a nosotros mismos, y así se evitarían muchos roces, mal entendidos, amén de un sin fin de cosas... que no son todo lo agradables, que uno quisiera en ese devenir de nuestra vida. Por lo tanto puedo aprender a crear mi conciencia. Sí, la deshonestidad desarmoniza mi vida, sin embargo la honestidad por el contrario puede enriquecerla desde dentro hacia dentro para poder luego ofrecérsela a los demás...

8 sept 2013

La Humildad...





La Humildad...

A estas horas de la madrugada... me he despertado, no podía conciliar el sueño y se me ha venido a la mente el vocablo "humildad..." Bien... siempre desde mi punto de vista, intentaré reflexionar sobre la humildad, hasta la palabra ya me parece bella en si de por si.

Creo, ya digo, desde mi aseveración, que bien pudiese estar equivocada... Ya que ser objetivos sobre ante cualquier hecho o comportamiento ajeno, resulta difícil, primando casi siempre, por no decir siempre, un tono digamos subjetivo, en el fondo es todo ello tan subjetivo...

Empezaré aseverando siempre desde este mi mundo, un tanto sui géneris, que es saludable reconocer que no somos el centro del universo, sino una minúscula fracción de su inmensidad, y que al igual que otros muchos seres vivientes, estamos de alguna manera sujetos a un imparable proceso evolutivo. Dicho esto... ¿Cómo podremos ser objetivos ante cualquier hecho o bien ante la actitud de nuestros semejantes? Reflexiono... y se me ocurre al hacer este razonamiento, que solamente es posible si somos capaces de ser humildes... escapando por ende de aquellos sueños de omnisciencia y omnipotencia desde casi el momento, que hemos llegado a este nuestro diminuto mundo envuelto en millones de galaxias.

Muchas veces se puede dar el caso, que no entendamos algo o quizás lo percibamos mal y, en lugar de detenernos e intentar reflexionar buscando una explicación. No, no, no, lo que solemos hacer es denostar aquello que no somos capaces de razonar, porque se nos escapa a nuestro intelecto. ¿Qué pasa entonces? Pudiese ser... que se deje paso a la soberbia, envidia, en lugar de instalarnos en la perspectiva de la humildad.

Me quedo atenta y me pregunto: - Por qué hacemos las cosas tan complejas - Incluso a mi misma me veo bastante compleja. ¡Detente y razona... me digo! Entonces aquello que no comprendía... intento averiguarlo, por mis propios medios o bien recabando información para tener unos elementos que me conduzcan a poderme pronunciar, e incluso pregunto a aquellas personas más versadas que uno. Porque ciertamente de todo no podemos saber. Por lo tanto me detengo de nuevo y... con quién me encuentro. Nada más ni nada menos que con "La Humildad..." Es un vocablo bonito... es mucho más que eso... es una gran Virtud y lo escribo por lo tanto con mayúscula.

¡Cuántos genios ha habido a lo largo de la historia y por no comprenderlos o bien por intereses de cualquier índole ya sabemos como iban acabando...! Y por hoy hasta aquí he llegado... Es mi sentir y como tal lo expreso...