Hoy os voy a poner un cuento, que escribí hace tiempo...
La princesa Adriana...
Soñadora por naturaleza. Cabrilleándole los claros ojos con relámpagos de alegría. Cascabeleras las piernas como si fuese a comenzar una danza, Adriana, la muchacha alta y esbelta, bondadosa y dulce adornaba su nuca con un moño de pelo dorado y brillante.
Era artista ¿Cómo no? Su Patria era Austria y valses tocaban los violines. Adriana venía de su diaria lección de música. Tenía tan solo dieciséis años.
Pimpante la primavera, distribuía gorjeos, y flores sin tasa, y a pesar de que todavía no estaba avanzada la estación, parecía que el verano se hubiese adelantado, y un bochorno precursor de tormenta, se podía palpar en la atmósfera. El cielo que presumía de azul, de pronto cambio a color plomizo, comenzando a caer gruesas gotas y los truenos empezaron a hacer de las suyas, Adriana se asustó y empezó a aligerar el paso, ya no caminaba, corría, corría, corría... Y... encontró refugio en una casa abandonada. Allí permaneció hasta que dejo de llover. Cuando se disponía a seguir su camino, oyó un ruido, se detuvo y una anciana le salió al encuentro. Era una mujer de edad incierta, pálida y arrugada. Sus vestidos estaban empapados, y sin embargo su voz era dulce y cálida. Y... entonces se dirigió a Adriana y le dijo:
- Linda niña
- ¿Me quieres socorrer? No tenemos nada hoy para comer mis hijos y yo.
Se la quedo mirando Adriana con los ojos muy abiertos, como si mirase a una aparición. No tenía miedo, pero de dónde había salido la mendiga. No dudó ni por un momento en socorrerla, porque la veía muy fatigada, y con cara de sufrimiento.
- Tome, buena mujer
- Susurro
Y le entregó el donativo.
- Gracias, amiga de los pobres
- ¿Me conoce usted?
- Quién no conoce a “la amiga de los pobres”
- Debajo del delantal, le ofreció un bonito ramo de margaritas.
Y... lo mismo que de repente había aparecido desapareció. Adriana a la que le gustaban las flores se puso muy contenta, pero poquito le duro la alegría, a su paso le salió un carruaje, y un muchacho se apeó del coche poniendo el grito en el cielo... Qué hacéis vos con esas flores, no sabéis que sólo están en el jardín de mi palacio?... Adriana se quedó muy asombrada y explicó como pudo su encuentro con la anciana. Ella era inocente, y esta seguridad es la mejor arma para vencer... y sólo musitó... porque el príncipe le dijo, que la tenía que llevar arrestada a su Palacio:
- ¡Pobre mamá!
- Se va a preocupar que llegue tarde
Las puertas de Palacio se abrieron de par en par. Adriana resuelta y decidida le contó a la reina lo acaecido con la mendiga. Y la reina le dijo:
- No tengas miedo si así te ha acontecido, pues se te perdonará
- ¿Me puedo ir entonces?
- Sí, el cochero te va a llevar con tu madre, no te preocupes.
Ya en brazos de su madre todo le parecía una inmensa pesadilla... y por ella supo todo aquello... que del Palacio habían enviado como obsequio.
El tiempo es la mejor goma de borrar. Poco a poco, ya trenzando frases, palabras y sílabas, hasta que sólo el recuerdo se diluye... por nuestra mente como algo... ya muy lejano. Qué buen remedio para el olvido es el tiempo.
Y así continúo su vida de siempre Adriana. Y no recordaba tan siquiera su aventura primaveral. Y... de pronto... entra, Alegría, en la casa, era la sirvienta, y dice:
- El príncipe se ha apeado de su carruaje, y está a la entrada de la casa.
Pidiendo disculpas por presentarse sin previo aviso.
- Alteza saludaron madre, padre e hija con una graciosa reverencia.
- Adriana dijo el príncipe:
- En primavera te conocí y en primavera vuelvo hallarte. Tu bondad, sencillez, y tu alegría me han cautivado. Me motivaron tal impresión en mi alma, que en vano he buscado el olvido. Sólo puedo quererte a ti. Se conoce que así estaba dispuesto, llámale: el azar, el destino, qué más da!
- Y... siguió diciendo... cuenta la leyenda, que las margaritas no pueden poseerlas más que reinas y princesas, por eso de alguna manera llegaron a ti y, hoy te las ofrezco yo, como futura princesa de Austria.
Entonces se acercó el cochero... con una cestita de hermosas margaritas. Adriana no daba crédito, se puso muy contenta, porque en el fondo no había olvidado al príncipe.
Comprendió... que alguien da el ciento por uno, porque a las pobres que socorría, agradecidas, por la generosidad de la muchacha, sobornaron a una camarera de palacio, para que un ramo de esas flores fuesen a parar al poder de Adriana con el ánimo de que llegase a ser reina, como así fue.
Adriana extendió estas flores por todo el país y después se fueron instalando tanto en ciudades, como aldeas y, hasta en ribazos y campos viven felices las margaritas. De esta manera a Adriana se la conocía en todo el reino como la Princesa de las Margaritas.
76tile
Hola Maite, te deseo una buena semana y disfruto de esta maravillosa historia, con feliz final como a mi me gustan, preciosas las margaritas de Adriana, en imágenes, cuento y música.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ambar.
Aviso: Para todos aquellos que me comentéis y en vuestros blogs tengáis habilitada la palabra de verificación, deciros que no puedo devolveros el comentario a través de ningún navegador no sé la razón pero así me acontece.
ResponderEliminarGracias y un abrazo.
maite
Me ha encantado esta historia de Margaritas y de Imágenes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola amiga, que bella historia, me gusta mucho. Cuidate.
ResponderEliminarprecioso relato de esta artista bailarina Austriaca...la verdad no lo acabe ya que estoy en clase y aproveche unos minutos de silencio para escribirte.
ResponderEliminarbesitosssssssssssssss
Marina
Preciosa historia, Maite. He disfrutado mucho leyéndola.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Maite:
ResponderEliminarUna historia muy bonita, todo un cuento de hadas que nos demuestra como siendo bueno se llega a ser feliz, tal como la princesa.
Un abrazo.