El Enfado... (Entrada escrita hace tiempo)
Hoy voy hablar del enfado, rabia, como queramos llamarlo, por algo que me aconteció en su día. Ahora ya estoy muy bien de salud, relajada, tranquila y he pensado, reflexionado sobre ello, porque no es frecuente en mí conducirme de esta manera.
Creo que todo el mundo tiene que vérselas con la rabia alguna que otra vez en su vida. La rabia, el enojo, es una emoción sincera. Cuando no se expresa, se va acumulando en el cuerpo, y normalmente se manifiesta en forma de mal estar, de alguna manera incluso... podemos llegar a somatizar todo aquello que nos ocurre, y ello sale a la luz, reflejado en nuestro organismo.
Como siempre estoy escribiendo desde mi perspectiva, mi punto de vista, sin sentar cátedra, ni nada por el estilo, simplemente es un razonamiento a mis pensamientos, que fluyen continuamente. Por lo tanto escribo de manera subjetiva, porque siempre he pensado que ser objetivos es arduo complicado.
Después de este pequeñito inciso, continúo... Para mí... siempre lo mejor es poder hablar sinceramente con la persona con quien estoy enfadada, y así liberar las emociones contenidas, pero antes de ello, lo mejor es ir preparada, porque si llevo mucho enfado, en lugar de arreglar las cosas, las puedo poner al límite, y eso no es precisamente lo idóneo. Hay que ir con muy buena predisposición, claro, siempre y cuando, con aquella o aquellas personas, que nos hemos enfadado merezcan la pena, si son del tipo de personas, que nos hacen daño, tienen envidia, celos o amén de otras causas, lo mejor es ignorar, pasar página y punto final.
Quizás, os parezca una tontería, pero cuando alguna vez alguien, que me merecía la pena me ha hecho daño, he chillado, gritado, llorado, he dado con los cojines contra el sofá, y así, esa rabia, enfado, enojo, se iban diluyendo. No siento ninguna vergüenza en confesarlo, porque mis sentimientos son pensamientos en acción. Tienen una utilidad, y cuando los dejo salir libremente de mi mente, y de mi cuerpo, dejo espacio para otras experiencias más positivas. Y así, después de hacer todo esto, que os puede parecer una tontada, me quedo toda relajada, y dispuesta a perdonar a la persona que provoco mi enfado. El perdón es un acto de libertad para mí misma, porque soy yo, quien me beneficio con él. Esto me lleva a pensar en la diferencia entre liberar y revivir viejas rabias, enojos, enfados o como queramos llamarlo. Ya es pasado, no revivas, hecha todo eso al saco del olvido.
A veces, ante injusticias, no debemos permanecer impasibles, y por supuesto toda injusticia produce enojo, pero un enfado habitual no es bueno, debemos de huir del como de la peste. Muchas personas ya salen enfadadas de casa, y claro el enojo produce más enojo, en otros, es un efecto boomerang, de alguna manera rebota contra uno. Por eso tengo la sana costumbre, cuando salgo de casa, al mismo tiempo que cierro la puerta, en algún lugar dejo, el enojo, la tristeza, y salgo a la calle con la mejor predisposición, la verdad no me cuesta mucho, es cierto que tengo un carácter fuerte, pero a la par me considero una persona bastante afable, no es presunción, es realidad, y además lo puedo constatar, porque mis amistades y conocidos, así me lo dicen. Creo que nadie escapa a la experiencia de la rabia, enojo, enfado, ira. El secreto está en identificar e intentar llevar esa energía en una dirección más sana, de lo contrario, nos veríamos ante el resentimiento, que es la rabia contenida durante mucho tiempo, por ello es bueno, reflexionar, interiorizar, para así poder canalizar, nuestros emociones. Cuando me aconteció aquel enfado, lo que me ocurrió, entonces, fue un cúmulo de acontecimientos, porque ya digo que mi carácter aunque fuerte lo sé dominar, desde hace mucho tiempo, debido quizás a que siempre he pensado mucho, reflexionado e interiorizado, me ocurre desde bien niña, creo recordar que como a los seis años, ya me hacía muchas preguntas. Por supuesto preguntaba a mis mayores, pero no siempre por no decir casi ninguna me satisfacía aquello que me decían, y entonces me dedicaba a estar en mi mundo, como suelo llamarlo hoy en día.
Ya finalizo diciendo que todo eso hay que apartarlo del camino, no conduce a nada, sólo hacernos daño a nosotros mismos.