Zulema...
Érase que se era en una ciudad del lejano, Oriente, una ciudad de ensueño donde vivía nuestra Zulema, este nombre significa... "Amante de la paz..." Dicho lo dicho continuo con el relato...
Zulema era hija de un alto dignatario, estaba muy enferma, era visitada día si... día también por todos los médicos de la ciudad pero Zulema cada vez estaba peor... no mejoraba de su enfermedad. Días y días postrada en su camita, sus colores se iban apagando como mueren las flores, y su cuerpo iba consumiéndose poquito a poquito como una vela que se extingue.
Su padre, Siro, estaba muy triste mientras daba sus besos a su hijita. Y Zulema viendo una lágrima resbalar por la mejilla de su padre, dijo:
- ¿Por qué lloras, padre?
- No, Zulema, no estoy llorando
- Preguntó, Zulema:
- ¿Es que me voy a morir?...
- No, mi niña, Alá no lo permita, mi adorada Zulema
Yo no me quiero morir:
- Tengo muchos libros, muchos juguetes, pájaros, flores. No quiero morirme.
Zulema bajó la voz y con misterio y dulcemente susurró al oído de su padre.
- Tú no lo sabes. Yo no me voy a morir. Me lo ha dicho un duende esta noche.
Siro creyó que Zulema deliraba. Pero ella llena de alegría. Mira, me ha enseñado mi duende una flor muy bonita. La voy a dibujar y así lo hizo. Dibujó una flor preciosa una flor de Almendro...
- Mírala padre - Era así. Me dijo el duende, que el Cielo la enviaría para mi curación, y tan pronto llegue a mis manos me curaré. No me voy a morir. No estés triste.
- ¿Y la flor? preguntó su padre.
- No lo sé. A mí me ha dicho mi duende que vendría del Cielo.
- Bueno, mi amor, mi Zulema, voy a rogar por ti. Voy a ir a la Mezquita. Espero que Alá me escuche. Una sonrisa angelical se extendió por el rostro de Zulema.
Marchó... Siro que era un Sultán a la Mezquita, seguido por todo su séquito. Al ir a la Mezquita tenía que atravesar la ciudad, y como siempre le iban saliendo a su paso todas aquellas personas que no tenían ni para comer y como siempre su cólera brilló en su rostro.
- ¡Iros de aquí!
Pero los mendigos permanecieron impasibles ante su enfado y decían:
- ¡Zulema! ¡Zulema!
Oyendo el nombre de su adorable hija... Su ira se aplacó. Se quitó las babuchas, costumbre oriental, entró en el templo y oró pidiendo la curación de su hijita. Salió bastante más risueño de como había entrado.
Llegó al Palacio e iba satisfecho, creyéndose que sus ruegos no habían caído en saco roto. Siro le dijo a Zulema:
- ¿De qué me sirven todas mis riquezas si te pierdo a ti? Mis médicos no saben curarte.
Pero la niña de nuestra historia apenas le escuchaba... Anhelante le preguntó:
- ¿Has dado alguna limosna a los pobres?
El Sultán calló.
- Ay, ay, ay... padre hoy no comerán...
Siro todo emocionado... respondió.
- Si te curas daré todo lo que poseo.
Siro se fue muy pensativo al gran jardín que tenía y de repente se le apareció el duende. Se quedó muy sorprendido... el duende le dijo:
- Escúchame -
He venido de muy lejos para decirte que Zulema no me soñó. Estuve con ella. Por lo tanto conozco el sueño de tu hija. Y te aseguro que esa flor llamada flor del almendro... bajará del Cielo a las doce en punto de la noche y el prodigio se realizará. Pero el Señor que todo lo puede te pone una condición.
- ¿Cuál es? - preguntó el Sultán
- El duende le contestó:
Darás abrigo y comida... a todos aquellos que viven en la miseria, y en el futuro te preocuparás de su suerte, como súbditos tuyos que son.
- Siro... Respondió
- ¡Concedido!!
Siro permaneció esperando a que fuera la hora bruja de la noche... De repente la tierra de su jardín se abrió, y de él salió un árbol precioso con varias flores de almendro, a cada cual más bonita, y sobre todo una muy grande y más bella que las demás, era la flor de Almendro por excelencia... Cayó a los pies de Siro...
Jadeante... subió a la habitación de Zulema, que estaba acompañada de su madre y la servidumbre de Palacio. Al ver a su padre, se sentó rápidamente en la cama, diciendo:
- ¿Traes la Flor, papá? ¿Ha bajado del Cielo?
- Sí, Zulema, pero no ha bajado del Cielo... en nuestro jardín ha crecido un bello Árbol lleno y adornado de muchas flores de Almendro... ¡Mira la flor de Almendro!!
- ¡Ah!!
- contestó radiante Zulema y se curó...
Cuentan las crónicas que desde entonces no hubo en aquella ciudad del lejano Oriente... Sultán más caritativo para con los pobres tanto en lo material como en lo espiritual... Siempre estaba ahí para todos ellos.
Catetochil
Érase que se era en una ciudad del lejano, Oriente, una ciudad de ensueño donde vivía nuestra Zulema, este nombre significa... "Amante de la paz..." Dicho lo dicho continuo con el relato...
Zulema era hija de un alto dignatario, estaba muy enferma, era visitada día si... día también por todos los médicos de la ciudad pero Zulema cada vez estaba peor... no mejoraba de su enfermedad. Días y días postrada en su camita, sus colores se iban apagando como mueren las flores, y su cuerpo iba consumiéndose poquito a poquito como una vela que se extingue.
Su padre, Siro, estaba muy triste mientras daba sus besos a su hijita. Y Zulema viendo una lágrima resbalar por la mejilla de su padre, dijo:
- ¿Por qué lloras, padre?
- No, Zulema, no estoy llorando
- Preguntó, Zulema:
- ¿Es que me voy a morir?...
- No, mi niña, Alá no lo permita, mi adorada Zulema
Yo no me quiero morir:
- Tengo muchos libros, muchos juguetes, pájaros, flores. No quiero morirme.
Zulema bajó la voz y con misterio y dulcemente susurró al oído de su padre.
- Tú no lo sabes. Yo no me voy a morir. Me lo ha dicho un duende esta noche.
Siro creyó que Zulema deliraba. Pero ella llena de alegría. Mira, me ha enseñado mi duende una flor muy bonita. La voy a dibujar y así lo hizo. Dibujó una flor preciosa una flor de Almendro...
- Mírala padre - Era así. Me dijo el duende, que el Cielo la enviaría para mi curación, y tan pronto llegue a mis manos me curaré. No me voy a morir. No estés triste.
- ¿Y la flor? preguntó su padre.
- No lo sé. A mí me ha dicho mi duende que vendría del Cielo.
- Bueno, mi amor, mi Zulema, voy a rogar por ti. Voy a ir a la Mezquita. Espero que Alá me escuche. Una sonrisa angelical se extendió por el rostro de Zulema.
Marchó... Siro que era un Sultán a la Mezquita, seguido por todo su séquito. Al ir a la Mezquita tenía que atravesar la ciudad, y como siempre le iban saliendo a su paso todas aquellas personas que no tenían ni para comer y como siempre su cólera brilló en su rostro.
- ¡Iros de aquí!
Pero los mendigos permanecieron impasibles ante su enfado y decían:
- ¡Zulema! ¡Zulema!
Oyendo el nombre de su adorable hija... Su ira se aplacó. Se quitó las babuchas, costumbre oriental, entró en el templo y oró pidiendo la curación de su hijita. Salió bastante más risueño de como había entrado.
Llegó al Palacio e iba satisfecho, creyéndose que sus ruegos no habían caído en saco roto. Siro le dijo a Zulema:
- ¿De qué me sirven todas mis riquezas si te pierdo a ti? Mis médicos no saben curarte.
Pero la niña de nuestra historia apenas le escuchaba... Anhelante le preguntó:
- ¿Has dado alguna limosna a los pobres?
El Sultán calló.
- Ay, ay, ay... padre hoy no comerán...
Siro todo emocionado... respondió.
- Si te curas daré todo lo que poseo.
Siro se fue muy pensativo al gran jardín que tenía y de repente se le apareció el duende. Se quedó muy sorprendido... el duende le dijo:
- Escúchame -
He venido de muy lejos para decirte que Zulema no me soñó. Estuve con ella. Por lo tanto conozco el sueño de tu hija. Y te aseguro que esa flor llamada flor del almendro... bajará del Cielo a las doce en punto de la noche y el prodigio se realizará. Pero el Señor que todo lo puede te pone una condición.
- ¿Cuál es? - preguntó el Sultán
- El duende le contestó:
Darás abrigo y comida... a todos aquellos que viven en la miseria, y en el futuro te preocuparás de su suerte, como súbditos tuyos que son.
- Siro... Respondió
- ¡Concedido!!
Siro permaneció esperando a que fuera la hora bruja de la noche... De repente la tierra de su jardín se abrió, y de él salió un árbol precioso con varias flores de almendro, a cada cual más bonita, y sobre todo una muy grande y más bella que las demás, era la flor de Almendro por excelencia... Cayó a los pies de Siro...
Jadeante... subió a la habitación de Zulema, que estaba acompañada de su madre y la servidumbre de Palacio. Al ver a su padre, se sentó rápidamente en la cama, diciendo:
- ¿Traes la Flor, papá? ¿Ha bajado del Cielo?
- Sí, Zulema, pero no ha bajado del Cielo... en nuestro jardín ha crecido un bello Árbol lleno y adornado de muchas flores de Almendro... ¡Mira la flor de Almendro!!
- ¡Ah!!
- contestó radiante Zulema y se curó...
Cuentan las crónicas que desde entonces no hubo en aquella ciudad del lejano Oriente... Sultán más caritativo para con los pobres tanto en lo material como en lo espiritual... Siempre estaba ahí para todos ellos.
Catetochil
hola, siglos han pasado!!!! mi amiga!
ResponderEliminarIMPRESIONANTE! solo esto, me basta,y me sobra,de tu extensa poética!
mira,me jakearon, el blog y la cta.el 4-de agosto,2012, por lo cual,abrí,otro blog, te estoy invitando, a pasar, por el...cuando quieras!
lidia-la escriba
www.nuncajamashablamos.blogspot.com
Lindo cuento María Teresa, buena persona el Sultán...Un abrazo fuerte en alas del viento.Y buen fin de semana para ti.
ResponderEliminarMe ha parecido una belleza de Cuento, lleno de Ternura, Solidaridad y una Gran Moraleja.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Precioso!... Nos hacen falta muchas Zulemas y muchos duendes como esos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo que le ocurrió al Sultán, tras de sanar Zulema, es lo que pregona también nuestra Iglesia, poniendo en boca de Cristo aquello:
ResponderEliminar"Si quieres salvarte, entrega a los pobres todo lo que tienes, toma mi cruz y sígueme". Nunca se puede alcanzar algo, sin dar nada a cambio. Felicidades por tu relato y un fuerte abrazo.
Con todo mi cariño desde mis clases gracias por tus cariñosas palabras...eres un cielo .
ResponderEliminarAunque con mucha prisa nunca te olvida esta amiga de las letras
besosssssssssssssssssssssssss y feliz semana
Marina
Hola Maite.
ResponderEliminarEstoy tardando mucho en ponerme al dia y no lo consigo, paso muchas horas fuera de casa cuidando de mi nieto, y esas horas tengo que quitarlas de otro sitio.
Pero te leo todo que me gusta la profundidad y las verdades de tus letras, no te comento en todos por falta de tiempo, pero ya sabes que no me olvido de ti, ya tampoco publico tan seguido, pero ya vendrán tiempos mejores.
Un abrazo
Ambar